Hoy tuvimos nuestra segunda sesión de trabajo en máscaras.
Pasaron dos semanas en que las máscaras tuvieron tiempo para
secarse .
Hoy correspondía colorear esas pálidas máscaras que sólo
estaban cubiertas con polvo de yeso, con algunas hilachas de las bandas de yeso y más de alguna
irregularidad en su superficie.
La profesora Erna, con quien trabajamos en esta ocasión, nos entregó algunos materiales para trabajar. Nos dio unas cuantas tijeras, papel para lijar, témperas, papeles, pegamento y pasta muro.
Los primero era recortar algunas imperfecciones y quitar algunas irregularidades con las lijas y tijeras. Luego, si uno quería podía empastar su máscara. El problema fue que el clima no nos acompañó mucho. Estaba lloviendo, y por ello las máscaras tardarían más en secar, y nos impediría continuar con el trabajo decorativo. Algunos, de todos modos decidieron empastar sus máscaras, pero debían llevárselas para terminar de retocarlas en casa, ya que las ocuparíamos en las clases siguientes.
La profesora Erna, con quien trabajamos en esta ocasión, nos entregó algunos materiales para trabajar. Nos dio unas cuantas tijeras, papel para lijar, témperas, papeles, pegamento y pasta muro.
Los primero era recortar algunas imperfecciones y quitar algunas irregularidades con las lijas y tijeras. Luego, si uno quería podía empastar su máscara. El problema fue que el clima no nos acompañó mucho. Estaba lloviendo, y por ello las máscaras tardarían más en secar, y nos impediría continuar con el trabajo decorativo. Algunos, de todos modos decidieron empastar sus máscaras, pero debían llevárselas para terminar de retocarlas en casa, ya que las ocuparíamos en las clases siguientes.
Otros decidieron
comenzar de inmediato con el trabajo decorativo de las copias de sus rostros.
La idea de esta decoración era que cada uno plasmara sobre sus rostros códigos
de su identidad. Que manifestáramos a través de figuras, colores, aplicaciones
todo lo que somos.
Poco a poco, dentro de la sala de taller comenzaron a darse
forma esos nuevos rostros ahora coloridos. Algunas máscaras muy sencillas,
otras muy producidas. Algunas tapizadas con papeles de muchos colores, con mosaicos
de colores, otras simplemente pintadas con tonos que iban en degradé. Algunos rostros
con tonos oscuros, otros muy brillantes. Algunas muy contrastante y otras muy
sobrias.
Toda estas máscaras no hacían más que ser el retrato ambulante de rostros diversos. Rostros de diferentes tamaños, formas, y ahora también de diferentes colores y diseños.
Cada máscara ahora representaba nuestra propia identidad, lo que cada uno es, nuestros propios gustos e ideales.
Cada máscara en esta clase se volvió un espejo de lo que nuestra mente piensa, de lo que nuestros corazones sienten.
Ahora podíamos observar de manera concreta todo lo abstracto que cada uno guarda en su propio baúl oculto.
Algo que he notado desde un comienzo, y que
llevo rescatando desde la primera clase, es el trabajo de autoconocimiento que
emprendimos desde el primer momento, desde el primer encuentro. No ha habido,
hasta ahora, ninguna clase en la que yo salga con la sensación de no haber crecido
un poco más, o quizá no crecer necesariamente, sino más bien de que a mis pies
se han lanzado una serie de conceptos, ideas, que funcionan en mi como
fertilizante para plantas. Con cada actividad que realizamos, con cada plática
que sostenemos, siento que estoy preparando mi terreno para seguir creciendo.
Dotando mis tierras con nuevas herramientas, nuevos conocimientos, con nuevos
sentimientos, con más fuerzas. Preparando esas tierras limpiándolas de las
malezas que agotan los nutrientes de mis terrenos e impiden que continúe
creciendo. Quitando poco a poco esas trabas que me impiden de ser yo misma con
libertad. Librándome de esta caparazón que me impide crecer.
Toda estas máscaras no hacían más que ser el retrato ambulante de rostros diversos. Rostros de diferentes tamaños, formas, y ahora también de diferentes colores y diseños.
Cada máscara ahora representaba nuestra propia identidad, lo que cada uno es, nuestros propios gustos e ideales.
Cada máscara en esta clase se volvió un espejo de lo que nuestra mente piensa, de lo que nuestros corazones sienten.
Ahora podíamos observar de manera concreta todo lo abstracto que cada uno guarda en su propio baúl oculto.
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