Finalmente, después de muchos días, tuvimos nuestra tercera
clase de drama.
El contexto fue muy similar al de las otras dos sesiones de drama. La sala Brígida Flores una vez más se llenaba de silencio y emociones que afloraban desde lo más profundo de quien exponía.
El contexto fue muy similar al de las otras dos sesiones de drama. La sala Brígida Flores una vez más se llenaba de silencio y emociones que afloraban desde lo más profundo de quien exponía.
¿Cuál era la dinámica de trabajo en esta ocasión? En primer
lugar el público estaba dispuesto siguiendo la estructura del clásico anfiteatrogriego. Quienes en esta ocasión exteriorizarían sus emociones se reunieron en
un círculo central en un comienzo. Ellos se abrazaron fuertemente en señal de afecto,
apego e interés por el otro.
En esta oportunidad cada uno de los integrantes del tercer
grupo debía presentarse ante el curso cuando la fotografía que habían escogido
era proyectada ante la sala. Cabe decir que estas fotografías no eran cualquier
tipo de foto, sino que contenía una alta concentración emocional para la
persona.
En la mayor parte de las fotografías que se proyectaron
aparecían familiares muy cercanos y significativos, como padres, abuelos y
hermanos. Aunque de igual modo pudimos observar fotografías de amigos.
La belleza de estas fotografías no radicaba tan solo en quien
era retratado con perfección en esa escena, sino que también éstas habían sido
capturadas en un momento muy especial para ellos. Esas fotografías no eran solo
imágenes frías y vacías. Ellas eran objetos simbólicos con mucho valor. Un
tesoro para cada uno.
Uno a uno, estos narradores fueron pasando en frente para
que su público oyera con atención las historias que tenían para contarnos. La
gama de historias fue riquísima, y también así fue la riqueza de emociones que
deambulaban por la sala.
Hubo momentos en que brotaban risas en masa, y otros en que las
que las lágrimas comenzaban a derramarse no tan sólo de los ojos del narrados,
sino también dentro de su público, especialmente entre quienes lograban
establecer mayor vínculo emocional con la historia, con el narrador, con el
contexto.
Conocimos, una por una, a cada una de esas personas tan especiales
para cada narrador.
Detrás de cada fotografía había una persona. Detrás de cada
persona había una historia que contar. Detrás de cada historia, se guardaban
sentimientos. Y detrás de cada sentimiento estaba ese vínculo fuerte y hermoso
que convertía a esa persona de un ser común y corriente a un real tesoro en la
vida del narrador.
No podría comparar de forma alguna la carga emocional de
esta sesión con las otras dos anteriores. Tampoco podría comparar este
encuentro con ningún otro previo. Para mí cada uno de estos encuentros ha sido
único e incomparable en toda dimensión.
En cada uno de estos encuentros hemos crecido en diferentes
dimensiones. Hemos escavado en diversas zonas y profundidades en el interior.
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