sábado, 1 de junio de 2013

Se regala una historia con emoción.





La clase del día Jueves 30 de Mayo fue para muchos una jornada con una gran carga  emocional. Una tarde en la que nos sentamos en círculo, nuevamente, para escuchar y contar parte de nuestra historia, compartir sentimientos en un ambiente relajado y de confianza.
El silencio preponderaba en la habitación. Las instrucciones estaban más que entendidas: guardar silencio, escuchar y abrir el corazón.
Hoy era el turno del segundo tercio del curso.
La estructura del curso era sencilla: dos círculos, uno dentro del otro. A los miembros del círculo interno le tocaba hablar sobre el (los) objeto(s) preciados que habían traído. Los que componían el círculo externo le correspondía escuchar y sentir, tratar de conectarse de forma emocional con el círculo interno. Y así fue.
En la habitación, como dije en un comienzo, predominaba el silencio. La única voz que se alzaba era la de quien en medio del círculo interno se posicionaba para contarnos el significado del amuleto escogido. Todos los demás teníamos nuestros sentidos abiertos para captar y vivir al máximo está experiencia.
Quien hablaba nos proporcionaba el sentido de ese objeto tan preciado para él. Luego debía escoger a alguien para entregárselo de manera simbólica, y explicar el por qué de su elección.
Formando parte de este escenario, dimensioné cuán distinto somos todos y cómo todos sentimos y expresamos de maneras tan diversas.
 La belleza de esa sesión, para mí, radicaba en la capacidad de escuchar con respeto e interés a cada una de las personas que se paraba en el centro para abrir su mundo emocional y mostrárnoslo sin filtros.
 Fuimos muchos los que nos emocionamos hasta las lágrimas y sollozos en esta clase. Tanto quienes iban hablando como quienes escuchaban se emocionaban.
En la sala una vez más, se había generado un ambiente intenso de emociones. Una carga inmensa de energías que fluían desde todas partes.
 Sentimientos hermosos de cariño, empatía, sana nostalgia, pena, alegría. Muchas emociones que intentaban surgir juntas desde las gargantas de quienes ansiaban hablar, hasta el punto de llegar a entrecortar sus voces o incluso enmudecerlas.


Me parece que lo que puedo recoger del día de hoy es toda esa emoción sana que se puede liberar, valga la redundancia, de una manera sana. Es sano sentir. Es sano expresar. Y como dijo el profesor Félix -la gente que es capaz de emocionarse y capaz de expresar es mucho más fuerte.  Esta frase me llegó mucho, ya que socialmente la gente que se emociona con facilidad es tratada como débil, incluso como inferior. No creo que el campo emocional situado en nuestro cerebro sea un error biológico, una mutación. Soy fiel creyente de que una de la mayores virtudes del ser humano, junto con su capacidad creativa, es su capacidad de plasmar sus emociones y sueños en todo lo que crea. Y no sólo en las creaciones materiales, sino que en cada palabra que lanza, en cada sueño que proyecta, en cada meta que se fija, en cada acción que realiza.








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